Los ojos de Chávez. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.
(Tomado de Cubadebate)
Está encantado con la escena que contempla: un gigante en la casita de su abuela Rosa Inés, en Sabaneta de Barinas. La puerta es bajita y aquel hombre, inmenso. “Esto parece una novela de García Márquez”, le comenta a su hermano Adán y sigue mirando a Fidel, como si fuera un sueño.
Esta no es cualquiera casa; es su Macondo. El hogar en que nació, mejor dicho, en que lo trajo al mundo una partera. Donde crecieron él y Adán. Allí mamá Rosa preparaba aquellos dulces que luego ellos vendían en el pueblo para ayudar a la economía de la familia. El jardín en el que le oía contar a ella, las historias y leyendas del pueblo…
“Nací en casa de mi abuela Rosa Inés, situada en una calle que hoy se llama Avenida Antonio María Bayón. En tiempos de lluvia era una laguna esa calle. Mi madre recuerda que, al filo de la medianoche del día 27, ya los dolores eran inaguantables. Tenía ella unos 20 años. Llegó la partera. No había luz eléctrica permanente en aquel pueblo. Mucha agua, mucha agua, y nazco el miércoles 28 de julio ‘a las dos de la madrugada’, dice la partida de nacimiento”. Pero, según mi madre, pudo haber sido un poquito más tarde (…)”