
22/05/2018
El banquero candidato Guillermo Lasso no supo rivalizar con su principal oponente: Jaime Nebot. Y éste último, el alcalde guayaquileño, entendió mejor (quizá porque tenía mejor información o al menos ocultaba algo) el devenir del Ecuador tras la candidatura de Lenín Moreno, su amigo y ahora su más allegado aliado político.
Si es cierto que Moreno habría preparado la implosión interna de la Revolución Ciudadana desde el momento mismo que aceptó la candidatura presidencial para suceder a Rafael Correa, entonces Nebot jugó sus cartas con absoluta sapiencia y con una dosis de extremada cautela: no fue enfático en su apoyo a Chyntia Viteri, fue virulento y frontal con Lasso y supo, ante todo, mantener una distancia prudente frente a las acusaciones contra Moreno desde los medios de comunicación (que al parecer no conocían de esa fragua política).
Como la política también es una disputa de vanidades y un juego de egos, Lasso quiso ser presidente por encima de todas sus limitaciones intelectuales y políticas, apeló a su poder económico como su plataforma electoral y pudo cooptar apoyos desde las supuestas izquierdas que en el afán de “desmontar” el correísmo no se sonrojaron votando por un banquero, coautor del feriado bancario y un miembro declarado del Opus Dei.