
Trump ha hablado abiertamente de una guerra para controlar las vastas reservas de petróleo de Venezuela desde mediados del año 2017.
Los Estados Unidos han estado trabajando con los oligarcas de Venezuela para deshacerse del presidente Maduro desde que asumió el cargo en 2013 tras la muerte de Hugo Chávez. Después de que ganó la reelección para otro mandato de seis años en el 2018, los planificadores del cambio de régimen han buscado nuevas estrategias para sacar a Maduro, incluyendo un intento de asesinato el pasado Agosto. La campaña para el golpe de estado se ha intensificado rápidamente con la autoproclamación como presidente de Juan Guaidó, quien ha sido reconocido por el presidente Trump y los aliados de E.E.U.U. Ahora el intento de golpe de estado está avanzando a través de una estrategia de intervención humanitaria.
Trump ha hablado abiertamente de una guerra para controlar las vastas reservas de petróleo de Venezuela desde mediados del año 2017. El Pentágono y los ex funcionarios de la administración, que han sido destituidos de su cargo, se opusieron a la acción. Hoy Trump está rodeado de neoconservadores que comparten su objetivo de eliminar a Maduro y tomar el control de los recursos naturales del país. La guerra es una opción que se está considerando abiertamente.
Los Estados Unidos no tienen una excusa para atacar legalmente a Venezuela. Tal como reportó Defense One, “la ley internacional prohíbe ‘las amenazas o el uso de la fuerza en contra de la integridad territorial o la independencia política de cualquier estado’”. Se mencionan dos excepciones en la Carta de las Naciones Unidas: la defensa propia y la autorización del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, ninguna de las cuales aplica en este caso. A nivel nacional, Trump también necesitaría que el Congreso de los Estados Unidos autorizara el ataque, lo cual es improbable con una cámara controlada por los demócratas, no porque ellos se opongan a la guerra, sino porque se oponen a Trump.
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