Por Dilma Rousseff Fuentes: Página/12
Curso Internacional “Estado, política y democracia en América Latina”
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Desde la crisis financiera de 2008, las crecientes fricciones entre China y Estados Unidos se han hecho evidentes. Durante la administración Obama, y más aún en la administración Trump, de manera declarada y abierta, las fricciones se han amplificado. La pandemia del COVID-19 aceleró estas tendencias.
En este contexto, China ha estado utilizando un manejo más sofisticado del llamado “poder blando”. Durante la 73° Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en mayo del 2020, propuso considerar a la vacuna contra el COVID-19 un bien público mundial. Al mismo tiempo, destinó dos mil millones de dólares en dos años a la OMS, institución boicoteada por Estados Unidos.
La administración Trump demostró una incompetencia fantástica en el manejo de la pandemia. China, por su parte, mostró una de las mejores gestiones de esta crisis excepcional, con un bajo número de muertes y un control estricto de la tasa de contagios. La decisión del expresidente norteamericano de retirar su país de la OMS contrasta con la posición más colaborativa y proactiva de China frente a la pandemia.
Creo que el COVID-19 marca un punto de inflexión en la historia de las relaciones internacionales, particularmente, en la relación conflictiva entre Estados Unidos y China.