La Revolución Ciudadana se impuso suscitando un alto nivel de entusiasmo entre la población ecuatoriana; un entusiasmo difuso que se ha sostenido por lo menos hasta las últimas elecciones generales en las cuales Rafael Correa se impuso con 57% en la primera vuelta. Entre el desgaste fisiológico, la crisis económica, los ataques de los adversarios políticos y errores más o menos garrafales, ese fervor ciudadano se ha ido menguando, disipando así un capital de apoyo particularmente amplio.
Aun así, el oficialismo -incluso sin Rafael Correa- tiene posibilidades de victoria todavía muy altas, aunque lo más probable es que los márgenes sean más reducidos y se haga necesaria una segunda vuelta. Se trata de un momento crucial: la tendencia es negativa y la sensación de que el proceso haya entrado en un estado de burocratización y esclerotización es creciente, pero somos muchos aquellos que pensamos que el regreso de la derecha representa el mal peor.